Los OBJETIVOS del Día de la Biblioteca son:
- Dar a conocer la existencia de las distintas bibliotecas: públicas, escolares y hospitalarias.
- Ofrecer información sobre el uso y posibilidades de las bibliotecas.
- Fomentar el préstamo bibliotecario entre las distintas bibliotecas.
- Orientar y apoyar a las familias, en la difícil tarea de seleccionar libros infantiles y juveniles de calidad.
- Contribuir a la renovación de fondos bibliográficos de las distintas instituciones que nos lo solicitan.
- Impulsar proyectos bibliotecarios para que las bibliotecas sean centros de aprendizajes permanentes.
- Estimular la narración oral desde las instituciones bibliotecarias.
- Profundizar en el proceso de aprendizaje del mensaje de la ilustración.
- Contribuir a las actividades de entretenimiento, formación y promoción de lectura-escritura.
Cada año se encarga a un escritor y a un ilustrador, ambos de reconocido prestigio, la redacción del pregón y el diseño del cartel que se difunde entre todas las bibliotecas de España, asociados e interesados. Este año las autoras seleccionados son Ledicia Costas y Elena Odriozola, Premio Nacional de Literatura Infantil e Ilustración 2015, respectivamente.
El acto conmemorativo tendrá lugar el día 24 de octubre, a las 18,00h, en la Biblioteca Regional de Madrid, Joaquín Leguina.
Os animamos a usar nuestra Biblioteca Municipal de Adamuz y la Biblioteca del Colegio Público Laureado Capitán Trevilla.
PREGÓN
Una luciérnaga es una isla perdida en la noche más densa. Cien luciérnagas, una constelación
misteriosa que marca el rumbo hacia otros universos. Así, con esa estrategia de luz, se organizan
los libros que moran en las bibliotecas. Son caricias fosforescentes que incendian los sueños y
recomponen los corazones grises hasta hacerlos recobrar su color rojo brillante. Cualquier
individuo que padezca el síndrome del corazón gris, debería ponerse en manos de un experto y
visitar una biblioteca.
Para escribir un libro, además de hacer malabarismos con las palabras hay que ser una
desvergonzada o un loco. Un atrevido, una excéntrica descontrolada. Llevar un calcetín de lunares,
otro de rayas y los pelos de punta. Una cresta como las que lucen las cacatúas sería un peinado
muy interesante para un escritor. Solo las mentes más disparatadas son aptas para escribir libros.
Pero para custodiarlos no es suficiente con tener un desajuste en los cables cerebrales. Es
indispensable ser de fuera. Un extraterrestre. Las bibliotecas albergan seres con antenas
giratorias, cerebros millométricos que memorizan títulos rebuscados, rimbombantes, campanudos.
Las personas que custodian libros siempre me han parecido criaturas singulares. Están dotadas de
extremidades retráctiles que estiran y estiran hasta alcanzar aquel volumen al que parecía
imposible acceder. Y a continuación, como si nada, se recomponen y todo vuelve a su posición
natural. Parecen seres humanos, pero a poco que los observes percibirás que no son de aquí. Una
de las cosas que más me fascina de los bibliotecarios es su cerebro. ¡Me parecen tan listos! Los
libros fabrican pensamientos. Pasar tantas horas dentro de una factoría de ideas es bueno para
tener un corazón rojo y brillante y una cabeza repleta de planes fantásticos.
Alguien me ha contado que el 24 de octubre es el Día de la Biblioteca. Sería genial organizar una
fiesta con confeti y pompas de jabón. Celebrarlo por todo lo alto. Me encantaría vestirme para tal
ocasión como el personaje de algún libro, sentarme en la mesa de una biblioteca de la ciudad
donde vivo y esperar a que fuesen a visitarme. En las bibliotecas puedes ser quien tú quieras.
Desde Mary Poppins hasta Matilda. Atreyu, Drácula o incluso Pippilotta Viktualia Rullgardina
Krusmynta Efraimsdotter Långstrump. Puedes ponerte botas de pelo, plumas, zancos y sombreros.
Sombreros! Eso es! Imagino a una pequeña lectora acercándose a mí discretamente, atraída por
los colores y formas de mi sombrero:
—Sombrerera loca, ¡qué fiesta más maravillosa! Sería tan amable de servirme una taza de té?
Yo se la serviría con mucho gusto, poniendo cara de mujer refinada, y luego ambas haríamos ruido
al tragar. Sonaría algo parecido a glup glup glup. Y antes de que nos diese tiempo de romper a reír
de forma desenfrenada, aparecería el bibliotecario, como surgido de la nada, que para eso poseen
la facultad de materializarse delante de ti en el momento más inoportuno, y nos advertiría de que
las bibliotecas no son merenderos. Hay que reconocer que son únicos custodiando tesoros.
Extraterrestres con el corazón rojo y brillante. Qué cosa tan extraordinaria. ¡Feliz Día de la
Biblioteca!
Ledicia Costas
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