A veces, nada mejor que recurrir a la brevedad del diccionario:
"Novela gótica: La que incluye elementos mágicos y terroríficos. Característica del siglo XVIII, influyó en el romanticismo."
También se la llama "novela negra" (no confundir con la novela policial negra), o "novela dark".
La novela gótica apareció en la literatura inglesa con la publicación de "The Castle of Otranto" (1765) por Horace Walpole (1717- 1797), conde de Oxford. Su principal exponente fue la escritora británica Ann Radcliffe (1764-1823), autora de "The Mysteries of Udolpho" (1794) y "The Italian" (1797).
El género se caracteriza por una ambientación donde predominan los paisajes sombríos, con bosques de oscura vegetación, ruinosos edificios de arquitectura medieval, horrendas habitaciones, lúgubres castillos y un general abandono que estimula a la melancolía. Por allí suelen deambular variados espectros, uno que otro muerto andante y demás cosas de las llamadas sobrenaturales. Como se puede apreciar, un clima depresivo.
El inglés Waalpole, estudioso aficionado a todo tipo de fantasías medievales, publicó "El Castillo de Otranto" en 1764. La novela, una mediocre y poco convincente sucesión de hechos sobrenaturales, estaba destinada a ejercer una desproporcionada influencia en la literatura fantástica. La obra se publicó por vez primera como "una traducción" de la apócrifa historia de un italiano, un tal Onuphrio Muralto. Waalpole, ante la creciente popularidad de "...Otranto", reconoció posteriormente su paternidad.
"El Castillo de Otranto" cuenta la historia de Manfredo, quien, tras repudiar a su esposa, pretende hacer suya a la prometida de su hijo, aplastado por un yelmo gigante en un patio del castillo donde habitan. Tras una ristra de chiripitifláuticas apariciones y acartonadas lides amorosas, la novela concluye con una boda feliz y un Manfredo retirado a hacer penitencia en un monasterio.
A pesar de lo rancio del argumento, de lo artificial de su desarrollo y culminación, la obra tendría una inesperada influencia en posteriores cultivadores del género. Por lo pronto y seguramente de forma inconsciente, Waalpole había creado un escenario y unos personajes que en manos de narradores más diestros habrían de dar lugar a obras de superior calidad que la del mediocre antecesor: los aparecidos, las catacumbas, los espacio lúgubres y claustrofóbicos, la noche cargada de presagios... todos estos elementos se convetirán en típicos ingredientes del relato preternatural posterior.
Uno de los epígonos de Waalpole fue la británica Mrs. Barbauld, luego Mrs. Aikin, quien publicó en 1773 una obra incompleta, Sir Bertram, donde el terror es manejado con maestría. El argumento es el siguiente: un noble es atraído en mitad de la noche a un oscuro páramo donde se levanta un no menos espectral castillo; en su interior revivirá a una noble muerta, quien ofrecerá un banquete a su bienhechor.
A medida que avanza el siglo SVIII la novela gótica se convierte en todo un género por méritos propios, proliferando las obras de parecido pelaje. Destacamos aquí "The Recess", de Sophia Lee, escrita en l785, donde se mezcla el terror gótico con la novela histórica.
Poco después aparecería una escritora cuyo espíritu creativo rozaba la genialidad, Mrs. Radcliffe, quien destacaría con luz propia sobre los demás - por otro lado, algo mediocres - cultivadores del género gótico.
Mrs. Radcliffe compuso seis novelas de las que sobresale "Udolpho" la más famosa de ellas y donde se relata cómo Emily, joven francesa, es llevada a un castillo de los Apeninos después de la muerte de sus padres y del matrimonio de su tía con el señor del castillo.
Seguirían a Radcliffe una pléyade de imitadores, como el norteamericano Charles Brocken Bron quien hace una fiel imitación de su predecesora incluso en los errores y faltas de ésta. Si bien se diferencia en que trasplanta la acción de sus historias de los consabidos terrenos góticos continentales a los menos manidos escenarios americanos. En una de sus obras, un sonámbulo excava una sepultura... Su título más famoso es "Wieland o la transformación" (1798) donde un fanático religioso asesina a su familia tras oír unas "voces".
En 1796 se publica "El monje" de Matthew Gregory Lewis, obra que alcanzó gran fama. Este autor tiñe el terror de matices violentos que sus antecesores ni imaginaron. "El Monje" relata las vicisitudes de un religioso español, Ambrosio, quien, abocado a las acciones más inicuas por un diablo en forma de mujer, es atrapado por la Inquisición. Al borde del suplicio , se le propone vender su alma al diablo como pago por su rescate de las manos del verdugo. El monje accede ignorando que iba a ser perdonado por los inquisidores. La satánica burla culmina con el hundimiento del alma de Ambrosio en la condena eterna.
Después de este autor, la novela gótica se empantana en un delirio de mediocridad del que únicamente la salva la obra de un clérigo excéntrico: Charles Robert Maturin, autor de "Melmoth el errabundo" ( 1820), historia de un caballero irlandés que consigue prolongar su vida a cambio de la venta de su alma. Sólo podrá escapar al trato si consigue que otro incauto asuma su infausto papel, lo que no se produce pese a los reiterados intentos del desesperado caballero por conseguir un sustituto.
La valía de la obra fue reconocida posteriormente por autores tan poco sospechosos como Balzac, quien consideró a Melmoth como una de las supremas figuras alegóricas de la literatura europea, y escribió incluso una "continuación" donde Melmoth es aliviado de su carga. Otros autores que reconocieron el mérito de Maturin fueron Scott, Rossetti y Baudelere. Se da el caso de que Oscar Wilde adoptó, para sus últimos días de vida en el exilio, el nombre de "Sebastian Melmoth".
Los cuentos orientales habían influido en la tradición literaria europea a través de la traducción al francés de las "Mil y una noches", frondoso y plúmbeo tocho convertido en una moda que se refleja en obras como la "Historia del califa Vatheck" de William Beckfor donde aparecen vívidas y consistentes descripciones del infierno musulmán.
Alejada de la moda oriental y siguiendo la línea iniciada por "...Otranto", se publica en 1799 "St. Leon" de Willian Godwin, que repasa el tema del elixir de la vida mezclándolo con la magia. El interés por ésta, aumentado por la labor de charlatanes de todo jaez como Cagliostro, da lugar a obras como "Caleb Williams" de W. Reynolds, donde la falta de elementos sobrenaturales se compensa con la presencia de auténtico terror. La obra, que cuenta la historia de un criado perseguido por su amo en quien ha descubierto un asesino, fue llevada el teatro con el título "The Iron Chest", consiguiendo gran popularidad.
La hija de W. Reynolds, Mary W. Shelley, produciría una de las obras de terror más famosas de todos los tiempos, "Frankestein, o el moderno Prometeo". Quienes sólo hayan tenido contacto con el personaje monstruo a través del celuloide apenas podrán captar el horroroso latido de la historia. El cine de Hollywwod, impulsado por el mercantilismo más radical, no ha dudado en eliminar aquellos aspectos de la novela menos comerciales y en enfatizar aquellos otros que consiguen pulsar la cuerda sensiblera del gran público. La obra de Shelley no tuvo continuidad a pesar de que la autora intentó repetidas veces emular el éxito inicial.
Aunque la novela gótica influyó en muchos géneros, empezó a decaer en 1815 y con la publicación del Melmoth el Vagabundo de Charles Maturin, comenzó a marchitarse y perderse en las variadas corrientes literarias que la continuaron, para luego renacer en nuestros días, como lo demuestran las numerosas agrupaciones de cultores del estilo de vida "dark" o "gótico" o "neogótico" que andan por el mundo.
Hoy día se siente la influencia de la novela gótica en el retrato de esos antagonistas seductores cuyas características malas atraen aunque seamos concientes de esa maldad. Es una fascinación por lo oscuro, por lo supuestamente malo, por lo trágico. Los personajes góticos son personajes trágicos, generalmente condenados a una eterna e imposible búsqueda.
El origen de la novela gótica debe entenderse enmarcándola en un contexto histórico-cultural característico de Europa occidental en el siglo XVIII, donde se dá un fenómeno conocido como el Iluminismo y una de sus derivaciones, el Racionalismo.
La postura racionalista sostiene que la Razón humana es la suprema herramienta para comprender y dominar al Universo. El hombre, de la mano de la razón, se independiza de Dios y de la Religión. Más aún, se rechaza todo lo que huela a postulado religioso o dogma de fe. Todos los fenómenos naturales y sociales pueden ser explicados por la sola intervención de la razón.
De esta manera muchas creencias populares que se habían mantenido firmes por siglos, entre ellas, el retorno de los muertos y la existencia de los fantasmas y los vampiros, son rechazadas por el Racionalismo del siglo XVIII y pasan a considerarse meras supersticiones, propias de ignorantes.
La novela gótica surge entre los círculos cultos de Europa como una reacción a este Racionalismo que niega todo lo sobrenatural. Pero no es una reacción que pretenda reinstaurar una creencia sino, imponer una estética. Parafraseando a Rafael Llopis en su ensayo en la edición de "Los Mitos de Cthulhu" publicada por Alianza Editorial, los góticos no creen en fantasmas, pero aún necesitan sentir miedo por ellos.
Así tenemos el falso muerto de Ann Radcliffe, el hombre que debería haber muerto de Charles Maturin, el muerto no muerto de Polidori, el muerto recauchutado del "Frankenstein" de Mary Shelley o la muerta adorada y odiada de Edgar Allan Poe. ¿Y que podemos decir de ejemplos tardíos del gótico como son "Carmilla" de Joseph Sheridan LeFanu, escrita en 1872 y "Dracula" (1897) de Bram Stoker?
Sin embargo, a lo largo del siglo XIX, los muertos y fantasmas de la novela gótica fueron perdiendo cada vez más su efecto terrorífico. El pertinaz avance de la razón obligaba a los escritores a inventar toda clase de explicaciones "científicas" para sus seres sobrenaturales. El lector, cada vez más acorazado por "la luz de la razón" se resistía a suspender su incredulidad y dejarse asustar por un rato.
Así las cosas, el cuento de miedo anglosajón va a producir un profundo cambio a fines del siglo XIX y principios del XX, de la mano de un galés llamado Arthur Machen. Ocurre que el mismo racionalismo positivista provocó una revitalización del cuento de terror, especialmente el de origen anglosajón.
Como dijimos, en esta época científica, al principio, los autores debieron recurrir a teorías científicas o pseudo científicas (mesmerismo, swedenborgianismo, etc.) para agregar verosimilitud a sus historias. Luego, otros escritores, comenzando con Arthur Machen, se internaron en antiguas mitologías y recrearon cultos horrendos para apuntalar la nueva literatura de terror. Se configuró así, una necesaria reacción, desde el arte, contra el frío racionalismo materialista propio del positivismo. Se apeló a estimular los temores y emociones más irracionales y primitivos de la Humanidad.
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